jueves, 3 de febrero de 2011

Largos doce años

Doce años atrás un montón de venezolanos creía que el destino del país tomaría un nuevo rumbo. Nunca se imaginaron que el camino del país nada se asemejaba a una nación de desarrollo, progreso, trabajo, eliminación de la pobreza, entre otros.
La llegada de un militar ex convicto nunca me pareció lógica ni prudente, pero a mi corta edad había que darle un voto de confianza a eso que decían los grandes “A este país le hace falta mano dura”. La gran mayoría de mi familia no estaba de acuerdo con que la solución sería una bota militar, sin embargo, tenían sus dudas sobre si estar equivocados o no.
Poco a poco fueron pasando los años. Miento si afirmo que desde un principio se veía mal el panorama. Habían cosas que no gustaban y cosas que “si las hace, será la solución”. Pero la careta se fue cayendo año tras año. Los mil cambios que se le hicieron a la constitución y a cuanto símbolo patrio se atravesaba, fueron creando un gran rechazo hacia este régimen militar instaurado en el país.
Más de una vez escuché decir: “Me arrepiento de haber creído en ese señor”. Y es que se vislumbraba un escenario difícil para el país. Amenazas a la empresa privada, intenciones de perpetuarse en el poder, aumento de la inseguridad, amenazas contra los medios de comunicación, fueron alguno de los acontecimientos, entre muchos otros, que nos dejaban atónitos.
Pero unos años después, estalló una protesta civil que nos recordaba aquellas que habíamos escuchado en la Historia de Venezuela; en donde el pueblo unido salía a protestar sus derechos de libertad. El pueblo salió y se encontró con algo nunca antes visto: los victimarios se convirtieron en víctimas; salió una milicia en contra de su pueblo, con armas y actitud violenta. Supimos entonces que no estábamos luchando contra cualquier militar, contra cualquier gobierno.
Muertes, heridos y una situación de caos que logró la salida del Presidente. Lastimosamente por muy poco tiempo. Pareciera, que esa miseria de tiempo fue suficiente para pensar que todo estaba perdido. Nunca se volvieron a ver movilizaciones en contra del tirano como la de ese día…
Comenzaron entonces a aparecer palabras y hechos que nunca nos imaginamos existirían en este país. Volvieron los secuestros, expropiaciones, invasiones, censura, concesiones, presos políticos, socialismo o muerte, escasez, acaparamiento, Cadivi, nacionalización de la banca, intervenciones, entre otros. Una de las palabras que empezamos a escuchar con mayor frecuencia es “migración”. Todo el capital humano empezó a huir buscando oportunidades de mejoras en otros países del mundo.
Cada palabra o hecho reflejaba, aún más, que no estábamos ante un gobierno normal y democrático. Hubo manifestaciones, rechazo a leyes y medidas que para nada eran sinónimo de democracia, pero el miedo de tener nuevamente un 11 de abril, unas muertes sin culpables, el miedo a las armas y a una guerra, fue mermando la cantidad de personas que protestaban por sus derechos.
Poco a poco fuimos cediendo espacios y dejando que el gobierno militar se apoderara de ellos. Desaparecieron los encapuchados y se volvieron todos gobernantes, ministros y diputados. Desaparecieron los jueces fieles a su ejercicio y se volvieron un montón de súbditos rojos. Desaparecieron nuestras garantías de libertad y seguíamos pensando que no estamos en dictadura.
Hace doce años le dimos la bienvenida a un régimen castro militar que acabó con Venezuela. Sin embargo, el mayor error no estuvo ahí, el mayor error fue nunca alzar la voz y evitar que nos destrozaran la patria. Ahora, cuando pensamos que estamos llegando al final, nos damos cuenta que así este gobierno se vaya, la corrupción, inseguridad jurídica y ciudadana, pero sobre todo la abundancia de encapuchados sin pasamontaña en todos los organismos públicos, quedarán por un largo tiempo entre nosotros.
El daño social y educacional que la bota militar corrupta ha hecho al país, no tendrá vuelta atrás hasta que nosotros no cambiemos nuestra forma de querer a Venezuela. Doce años de democracia pura no serán suficientes para sacar este país adelante. 

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